“La queja constante puede generar un ciclo adictivo que no lleva a nada”


Aunque la licenciada en psicología y coach laboral, Analía Tarasiewicz, acuñe el concepto de “queja laboral dopamínica” su aplicación puede darse en cualquier ámbito de la vida de una persona. “La queja es parte de nuestras conductas necesarias, el problema es cuando empezamos a teñir nuestra vida de quejas, cuando empezamos a hacer de la queja un modo de ver y vivir. Este ciclo adictivo que comienza a ser cada vez más fuerte empieza a generar problemas de relaciones, de pareja y también afecta al mundo laboral”, analizó la especialista en diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones.

No se trata de negarse la posibilidad de expresar una queja al otro sino en no caer en el exceso, “todo en su justa medida está bien, si alguien se queja porque le pagaron mal el sueldo por tercera vez… es lógico. El problema es si todo el tiempo nos quejamos por todo, se genera un ciclo adictivo porque se libera dopamina que nos permite sentir una especie de recompensa, tengo la sensación de que estoy haciendo algo frente a la situación que me tensiona… libero tensión con la queja aunque quizás no me lleve a nada pero me ayuda a descargarme”.

Es que, al quejarnos, nuestro cerebro libera dopamina, el neurotransmisor del placer y la recompensa. Esta pequeña descarga nos hace sentir bien en el momento, pero el alivio es solo temporal, creando la ilusión de que estamos resolviendo problemas cuando, en realidad, perpetuamos la sensación de impotencia.

El problema surge cuando la liberación de dopamina refuerza un ciclo adictivo: cuanto más nos quejamos, más placentero resulta y más tendemos a repetir el comportamiento. A nivel neurológico, esto puede llevarnos a buscar motivos para quejarnos constantemente, convirtiendo el desahogo pasajero en un hábito que perpetúa la insatisfacción.

 

Jóvenes o viejos cascarrabias

“El problema es que si se hace crónico, no solo voy a vivir tensionada, me va a cambiar la cara y la energía… sino que además sufren las personas que están en mi entorno escuchándome todo el día. Y eso hace que la persona no accione o tome medidas sobre su propia gestión emocional y se quede en ese lugar cómodo”, analizó Tarasiewicz.

El primer paso para tener una gestión emocional más activa, según indicó la especialista “es empezar a reconocer cuánto nos estamos quejando. Nos quejamos de las cuestiones de la rutina, de la convivencia, del jefe, de los compañeros, de los olores, de cómo hablan, de cómo grita el vecino, del tránsito… podemos convertirnos en un viejo cascarrabias aunque seamos jóvenes. Es que uno se siente más marchito en esa situación porque ve todo en forma negativa”, indicó.

UN POCO. “Todo en su justa medida está bien, el problema es si todo el tiempo nos quejamos por todo”.

Tomar las riendas

Para la especialista, es importante el ejercicio de relativizar la queja, “hay algunas cosas que están buenas pensar como, por ejemplo, cuando nos quejamos, empezar a relativizar la queja… por ejemplo, me pagaron mal pero hoy estuve bien con mi familia, es un día lindo, estoy sano…”.

En este contexto, señaló que “si nos damos cuenta que nuestra vida está mucho mejor y nos estamos quejando solo por una manera defensiva frente a un miedo o no poder enfrentar la situación de ir a Recursos Humanos o hacerse cargo de que ese trabajo ya no va más, o darse cuenta que tiene que armar un currículo y enfrentarse con su propia sensación de obsolescencia frente al avance del mundo laboral”.

Recordó que la dopamina está para motivarnos a hacer cosas, a generar esa valentía para enfrentar un momento desafiante, “pero se vuelve un problema cuando consumimos dopamina en forma diaria. La queja genera un círculo tóxico, por eso, si nos está pasando eso, es importante ver qué herramientas nos faltan y cómo podríamos resolver estas situaciones”.

A su entender, es elemental tomar conciencia de lo que hacemos y lo que impulsa nuestro comportamiento, “una cosa es que me guste correr y comer, y otra es hacerlo porque tengo una angustia, miedo o enojo. Esta conciencia emocional sobre las acciones son vitales para no arruinar nuestro cuerpo y nuestra salud”, destacó.

 

“El que queda quieto quedará en estado de obsolescencia”

Sin dudas, el rápido avance de la tecnología y la Inteligencia Artificial (IA) está dejando a miles de trabajadores en el camino. Al respecto, la coach laboral confirmó que “el cruce entre la IA, el futuro del trabajo y nuestros perfiles actuales está generando muchos cambios emocionales, miedos e incertidumbres. Hay muchos lugares donde todavía no llegó básicamente el uso pero hay quienes ya lo vivencian, ya sea porque cambiaron formas de trabajo, de consumo o porque sus propias tareas necesitan de esa incorporación”.

En este contexto, analizó que “el punto es me paro, miro, observo qué es lo que quiero, qué es lo que me pide mi profesión o actividad actual, cuál es la brecha entre un punto y otro, y armo un plan para trabajar en aquellos aspectos que puedo reforzar de mi perfil laboral o emocional. ¿Para qué me sirve ser extrovertida y saber mucho de probabilidad? Me sirve para tal cosa… esto lo sumo, y lo que me falta lo busco, planifico posibilidades, hago cursos, o me coucheo, o miro Youtube. La clave, tanto en lo emocional como en lo laboral es no quedarse quietos, hoy el que se queda quieto empieza a quedar en un estado de obsolescencia porque todo cambia. Los que se quedan atrás son los que después sufren más las consecuencias”.

A su entender, este es el momento de “hacernos todas las preguntas, tengamos la edad que tengamos porque es cuando se está instalando todo”.

Recordó que, cuando llegó el Excel, el que escribía a máquina y no había empezado a usar la computadora quedó atrás. “Ahora vas al banco y necesitás usar tecnología… todos tenemos que hacer un esfuerzo para no quedarnos afuera si es que queremos seguir evolucionando y teniendo otras oportunidades en el mercado laboral”, advirtió.

 

Vivir en crisis

Para la especialista, el ser humano vive en permanente crisis a lo largo de su vida “la crisis es algo natural porque es parte de la evolución. A algunos les tocó en contexto de guerra, a otros un tsunami y a los argentinos con vaivenes socioeconómicos y políticos”.

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